El fiscal general Roger Mariaca ha pedido nuevamente a la Policía que ejecute el mandamiento de aprehensión contra Evo Morales, pero ese insistente llamado sólo evidencia la incapacidad del Estado para hacer cumplir sus propias decisiones. Si no van a arrestarlo, si no harán efectiva la orden judicial, es mejor que las autoridades dejen de amenazar. Cada advertencia que no se cumple, no hace más que fortalecer al cocalero. Le permite mostrarse como alguien intocable, instalado en un feudo donde no tiene pisada ni la Policía ni el Ejército. En Bolivia, las leyes terminan pareciendo simples adornos mientras Evo sigue moviendo poder e influencia frente a todos. Tal vez sea mejor que dejen de mencionarlo. Si actuaran como si nada pasara, Morales podría diluirse, volverse irrelevante, pasar al olvido como un personaje sin importancia. Pero incluso ese silencio implica un costo grave: seguir tolerando las actividades ilícitas en el Chapare y regiones vecinas. Ese es, al final, el verdadero objetivo del ciudadano de Orinoca. Mientras no se toque eso, cualquier discurso de autoridad será apenas ruido sin consecuencias.