«Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos»
(Hechos de los Apóstoles 1,14).
“A vuestros pies, Madre, llega un infeliz, cercado de angustias y de penas mil…” Cuando hay alguna procesión religiosa con banda de instrumentos metálicos, inevitablemente tocan esa melodía. Parece ser la única que saben.
Con fecha del 8 de diciembre de 2025, solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María y Fiesta de la Virgen de Cotoca, he decretado que: “Se prohíbe en las fiestas patronales de las parroquias de la Diócesis de San Ignacio, y en las principales procesiones como Corpus Christi y Semana Santa, la música religiosa andina y, específicamente, la melodía ‘A vuestros pies Madre’. Corresponde a los párrocos asegurar que las bandas musicales toquen temas correspondientes a la música chiquitana tradicional. Esta prohibición no afecta a las procesiones por motivo de la Virgen de Urkupiña, Copacabana y otras devociones propiamente andinas.”
Explico: El Papa Francisco dedicó el segundo capítulo de Querida Amazonía a “Un sueño cultural”, observando que “cada pueblo que logró sobrevivir en la Amazonia tiene su identidad cultural y una riqueza única en un universo pluricultural, debido a la estrecha relación que establecen los habitantes con su entorno, en una simbiosis —no determinista— difícil de entender con esquemas mentales externos” (Nº 31). Pero advierte que “el riesgo de que se pierda esta riqueza cultural es cada vez mayor”.
Lo que el Papa Francisco observa para toda la Amazonía sucede también en la Chiquitania; una señal de ello es escuchar a las bandas musicales tocando temas andinos, como “A vuestros pies Madre, llega un infeliz”, en nuestras fiestas patronales. Sin embargo, los pueblos chiquitanos no somos infelices.
Aquí está la letra del canto: “A vuestros pies, Madre, llega un infeliz, cercado de angustias y de penas mil. Escucha, Benigna, nuestro gran sentir; nuestras graves culpas en nuestro vivir. ¿A quién, dulce Madre, podrán acudir estos pobres hijos, a quién sino a ti, en nuestras tristezas y nuestro dolor?”
¿Por qué son tan infelices?
He presenciado la fiesta de la Virgen del Socavón en más de una ocasión, como también la de Urkupiña. Si bien la manifestación de folclore y la devoción a la Virgen son impresionantes, también lo es la cochinera que acompaña la ruta de la Entrada.
He visto fiestas en el interior donde el uso de la bebida no era para facilitar la conversación, sino para quedarse completamente inconsciente. No sé si es para olvidarse de las tristezas de una vida dura, o si es causa de las mismas, o quizás por ambos motivos. Si así se viven las fiestas, ¿cómo será la sexualidad?
Pero prefiero celebrar la Fiesta de la Virgen de Cotoca con Ley Seca. Cantamos así: “Virgen de Cotoca, portento de luz, con fervor te invoca todo Santa Cruz. Estrella del cielo, Madre de bondad, tú eres el consuelo de la humanidad. Excelsa Señora, tierna y bella flor, milagrosa aurora de piadoso amor. Símbolo de puras virtudes sin par: reino de dulzuras, joya del altar. En ti la corona que oprime tu sien es red que aprisiona la esencia del bien. Eres Reina y Dueña de gracia y candor, y el alma cruceña se funde en tu amor. Bendícenos, tierna Virgen oriental, y tu luz eterna nos libre del mal.”
Nota que, mientras el canto de los infelices es una confesión de graves culpas, los devotos de Oriente se fijan en las dulzuras de la Virgen, quien nos libra del mal. Por esto, nuestras fiestas son alegres.
En las bodas de Caná fue María quien notó la falta de vino, y Jesús quien convirtió el agua en vino del mejor (ver Juan 2,1-12). El vino mejor no es ni chicha ni whisky, sino una vida digna, gozosa y bendecida, liberada del mal, como la de unos novios recién casados, teniendo a María como Madre, a Dios como Padre y a los discípulos de Jesucristo como familia.
Dios te bendiga.