Miradas

Recién empieza: a poner el hombro

Recién empieza: a poner el hombro
Oscar Antezana Malpartida | Columnista
| 2025-12-24 00:02:00

“En Bolivia, la gobernabilidad también tiene un aspecto que se relaciona directamente con la ciudadanía… Le sugiero, señor Presidente, que desde el primer minuto del 8 de noviembre se diseñe y ejecute una campaña masiva y permanente de concientización sobre nuestros valores olvidados —como la honestidad, la puntualidad, el valor de la palabra, el esfuerzo y el cumplimiento de la ley—; esto reforzará nuestro patriotismo para entender y aceptar los sacrificios que todos debemos hacer y para tolerar los días difíciles que se vienen” (Artículo publicado en este matutino el 1 de noviembre de 2025).

Era de esperar que las medidas económicas recién promulgadas no fueran del agrado de todos. Otras medidas, u otra versión de las mismas, tampoco lo habrían hecho. Lo primero es que todos los bolivianos debemos aceptar la realidad y comprender que a todos nos va a afectar. Para tal efecto, la sugerencia de mi anterior artículo podría haber tenido un impacto positivo. El Gobierno debió haber preparado o contratado los servicios de expertos en mercadotecnia política (no hacerlo costará más caro) para asegurar que el mensaje llegue a toda la población sobre el objetivo de las medidas económicas, la inevitabilidad de promulgarlas y el esbozo de sus beneficios.

A pesar de que la mayoría de la población es consciente de que no se puede mantener el subsidio a los combustibles, no termina de asimilar que por más de 20 años se benefició enormemente de una gasolina y un diésel baratos. Veinte años. ¿Qué hay en el mundo gratis o con precios regalados? Ahora es hora de pagar; es más, ni siquiera eso: es momento de empezar a pisar la realidad.

Claro que habrá efectos adversos, como el inicio de una espiral inflacionaria y, cuando el Gobierno reduzca el 30% de los gastos del Estado (como dice que lo hará), habrá otro impacto que generaría directamente un menor crecimiento. En pocas palabras, estamos en el umbral de una estanflación y no hay mucho que hacer. Todos, ricos y pobres, deben ajustarse los cinturones y los primeros tener un poco más de solidaridad con los segundos, a quienes les afectará más.

Pero la génesis de todo esto fue hace meses. El Gobierno no tenía, ni tiene todavía, un plan claro. Mucho pudo haberse adelantado, como parece que Tuto lo estaba haciendo. Tener un plan no es solamente saber qué hacer, sino cómo, cuándo y con qué secuencia. La luna de miel del presidente Paz parece haber durado poco más de un mes. No está claro si seguirá habiendo una provisión normal de gasolina y el panorama para el diésel es "color de hormiga". No alcanzan los dólares. La solicitud, trámite y aprobación de préstamos por parte de los acreedores y del Congreso tomará tiempo. Mientras tanto, ¿qué hacer?

De todas maneras, las políticas económicas se tenían que dar y se darán. Sin embargo, una disponibilidad pronta de dólares pudo haber otorgado más margen de maniobra para definir magnitudes, tiempos y secuencias. Como en la mayoría de los desafíos, es más fácil ponerse de acuerdo en el qué, pero muy difícil en el cómo. Pero ya no vale la pena llorar sobre la leche derramada.

Lamentablemente, parece que el Gobierno está entrando muy pronto en una etapa de control de daños, los primeros de muchos. Nos guste o no, nos toca a todos poner el hombro; no hacerlo es dispararnos en un pie… o, a este paso, en los dos. Periodistas, economistas y columnistas tienen derecho a criticar, y que lo hagan. Pero, más que llevar agua a su molino o ponerse del lado de los empresarios, los informales, los mineros, los banqueros o los jubilados, harían un bien si coadyuvaran al entendimiento y al llamado al sacrificio y al patriotismo.

Más vale tarde que nunca: el Gobierno debería ejecutar una campaña masiva y permanente de concientización. Costará dinero, pero costará más no hacerlo. Esto recién empieza: son necesarias muchas más medidas y, con ellas, mucho más aguante de la población. Segundo, el Gobierno debería fijarse metas, cumplirlas y difundirlas, de tal manera que se genere confianza en la ciudadanía y se cree una mayor certidumbre.

Oscar Antezana Malpartida | Columnista