La participación política del ciudadano no se limita a votar; cada vez que toma una decisión respecto a una realidad aludida por el entorno social, participa en un proceso político. Es fundamental entender que cualquier intervención en los asuntos que afectan a la comunidad es, en sentido amplio, una actividad política. De ahí que la frase absurda, incluida en el léxico del político torpe —“están politizando”—, sea un decir malicioso con la intención de boicotear la libre expresión. Se utilizó como afirmación burlesca para censurar la disconformidad.
La participación civil y política a través de sindicatos, asociaciones civiles, movimientos sociales o partidos políticos es un aporte a la vida pública organizada: manifestaciones masivas, marchas pacíficas, declaraciones públicas; influir en las ideas, diferenciar valores y modificar percepciones; defender causas justas es ejercer ciudadanía; asegurar que las instituciones funcionen correctamente, que el gobierno aprenda y practique la capacidad de negociar en lugar de sojuzgar.
Para ejercer derechos políticos y cívicos no es necesario ser miembro de una organización política ni significa ser opositor; por el contrario, escuchar reclamos y protestas es presenciar a la ciudadanía en acción. Así también, el derecho a ejercer un cargo y servir a la sociedad a través de una función pública no debe condicionarse, como sucedió en el reciente pasado, cuando se llegó a la exigencia irracional de ser militante inscrito para acceder a la administración pública; eso fue, en todo sentido, una captura estatal.
Este gobierno del presidente Rodrigo, que aspira a modificar las cosas, no debería recurrir a los mismos embustes; más bien, debería restaurar las buenas prácticas y las costumbres de un país disciplinado. Pero, al mismo tiempo, imponer la vigencia de las leyes, enjuiciar a los burócratas corruptos y embrolladores, así como a los callejeros violentos que pretenden consagrar su inmoralidad y desmanes como si fueran derechos adquiridos. En Bolivia, la actuación administrativa o la expresión de protesta contiene excesos desproporcionados, propasándose de una infracción culposa a un delito grave y, lo que es peor, sin el castigo merecido.
Proponerse restaurar al país, resguardar tradiciones y costumbres, protegerlas del modernismo diluyente, y al mismo tiempo actualizar su estructura al paso que avanzan los tiempos de la multipolaridad. No todo es economía; hay mucho que corregir en el comportamiento del pueblo. El cambio comienza en la persona, en el grupo social, en la población. El consabido dicho “hacemos lo que somos”, así como está expresado, se interpreta en el sentido de que el cambio es interno: cambiar de pensamiento es cambiar de emoción, lo que conduce al cambio de acción. Es oportuno que el imperio de la lógica se imponga, cerrando el paso —de una vez por todas— al desaprensivo capricho político-sindical.
Por otra parte, es necesario replantear un nuevo convenio público entre el gobierno y los gobernados, que delimite quién hace qué y cuáles serán los resultados esperados; que se instaure un Estado capaz de liderar procesos complejos de largo plazo.
Son las primeras ansias vivas al aproximarse el Año Nuevo; se perciben como latidos intensos, colmados de fe y esperanza.