Hoy hablaré, más bien, sintetizaré, qué dice la Iglesia, en su Magisterio, sobre la Virginidad:
La virginidad es un tema de gran importancia en la enseñanza de la Iglesia Católica, abordado desde una perspectiva teológica y moral: En diversas religiones de la Antigüedad la virginidad tenía un valor sacro. Ciertas diosas como Anat, Artémide, Atenea, y algunas otras de diferentes mitologías, eran llamadas “vírgenes”, especialmente para poner de relieve su eterna juventud, su floreciente vitalidad, su incorruptibilidad. Sólo la revelación cristiana había de mostrar en su plenitud el valor religioso de la virginidad, como ya hemos descrito en el primer artículo. “La virginidad, lejos de ser un mero sacrificio, es una verdadera riqueza dentro de la vida cristiana, donde se experimenta un amor profundo que va más allá de lo físico, hacia lo espiritual” (Papa Francisco, Exhortación Apostólica “Querida Amazonía”)
1. Valor y Belleza de la Virginidad: La virginidad es vista como un don y un ideal de vida en el contexto del seguimiento de Cristo. La virginidad cristiana es aquel don preciso dado por el Padre a algunas personas para que se entreguen solamente a Dios con un corazón sin dividir (cf. LG 42). Jesús hizo énfasis en la virginidad cuando habló sobre los que se hacen "eunucos por el Reino de los cielos" (Mt 19, 12). Este compromiso puede ser visto como una forma de entrega total a Dios y a la evangelización. En la Iglesia de los primeros siglos la virginidad es el segundo gran testimonio después del martirio.
2. Virginidad y Matrimonio: La enseñanza de la Iglesia resalta que la virginidad, en el contexto del matrimonio, es un símbolo de pureza y fidelidad. El amor conyugal debe ser total y exclusivo, reflejando el amor de Cristo por su Iglesia (Ef 5, 25-27). Por lo tanto, la virginidad hasta el matrimonio es promovida como una forma de preparación para esa unión sagrada. “La virginidad en la mujer es un símbolo de la pureza y de la integridad del amor, que se vive de manera auténtica en la relación con Dios” (Juan Pablo II, Humanae Vitae).
3. Virginidad como Vocación: Según san Pablo, la virginidad es superior al matrimonio porque es una entrega integral al Señor (1Cor 7,32-35). La virginidad puede considerarse una forma de vida en la que una persona elige renunciar al matrimonio y a las relaciones sexuales a favor de una dedicación plena al servicio de Dios y a los demás. Muchos santos y sacerdotes han vivido esta vocación, sirviendo como modelos de vida para otros (1 Cor 7, 32-34).
4. La Virgen María: La figura de la Virgen María es central en la enseñanza sobre la virginidad. Ella es el modelo perfecto de virginidad y maternidad, ya que fue virgen antes, durante y después del nacimiento de Jesús (Is 7, 14; Lc 1, 26-38). Su pureza es un ejemplo de cómo se puede ser madre sin renunciar a su virginidad, un misterio profundamente venerado en la fe católica. “Así pues, se debe afirmar que lo que guió a María hacia el ideal de la virginidad fue una inspiración excepcional del mismo Espíritu Santo que, en el decurso de la historia de la Iglesia, impulsaría a tantas mujeres a seguir el camino de la consagración virginal” (Juan Pablo II).
5. Respeto y Dignidad: La Iglesia también enseña la importancia de tratar la virginidad con respeto y dignidad, evitando la objetificación y el libertinaje. La sexualidad humana debe entenderse en el contexto del amor verdadero, que se basa en el respeto mutuo y la entrega. “La virginidad es un estado de vida tan alto y tan raro que lleva consigo, como un don, una particular fuerza de amor que se traduce en la devoción y la entrega total a Dios” (Pío XII)
La virginidad es, por lo tanto, un aspecto clave en la comprensión del cuerpo humano y su relación con la fe cristiana, destacando la importancia de la pureza, la verdad y el amor en las relaciones humanas.
