Un ataque cardíaco, también conocido como infarto de miocardio, ocurre cuando se interrumpe el flujo de sangre hacia una parte del músculo cardíaco, generalmente debido a la acumulación de placa en las arterias coronarias. Esta obstrucción priva al corazón de oxígeno, lo que puede causar daño al tejido afectado e incluso su muerte. La detección y el tratamiento rápidos son fundamentales para reducir complicaciones y el riesgo de mortalidad.
Síntomas más comunes
El síntoma más característico de un ataque cardíaco es el dolor o malestar en el pecho, descrito con frecuencia como una sensación de presión, opresión o ardor. Este dolor puede extenderse hacia el brazo izquierdo, el cuello, la mandíbula, la espalda o incluso el abdomen. Sin embargo, es importante destacar que no todos los infartos presentan dolor en el pecho, especialmente en mujeres, personas mayores o personas con diabetes, quienes pueden manifestar síntomas más sutiles.
Otros signos a considerar
Además del dolor en el pecho, otros síntomas incluyen dificultad para respirar, sudoración excesiva, náuseas, mareos y desmayos. Algunas personas también experimentan una fatiga inusual o debilidad extrema en los días o semanas previas al infarto. La ansiedad inexplicable y una sensación de peligro inminente son igualmente reportadas por algunos pacientes antes del evento.
La importancia de una acción inmediata
Reconocer estos síntomas tempranamente es vital para salvar vidas. Ante la sospecha de un ataque cardíaco, es imprescindible buscar atención médica de inmediato, llamando a los servicios de emergencia o acudiendo al hospital más cercano. La intervención rápida, ya sea mediante procedimientos como la angioplastia o la administración de medicamentos para disolver coágulos, puede mejorar significativamente las posibilidades de supervivencia y minimizar el daño al músculo cardíaco.