Una cría de jaguar (Panthera onca), de entre siete y ocho meses de edad, fue rescatada el pasado 28 de agosto. El animal estaba en una finca ganadera, huyendo del fuego junto a otro felino de su especie, cuando unos trabajadores la vieron. Tras perseguir a ambos en caballo, solo ella pudo ser capturada; el otro escapó. Al día siguiente, autoridades medioambientales gestionaron su traslado al Santuario de Animales Ambue Ari, dependiente de la Comunidad Inti Wara Yassi (CIWY), en Guarayos, Santa Cruz.
Allí, tras una revisión minuciosa, se determinó la edad de la cachorra y se estableció que “es demasiado joven para sobrevivir sola en la selva”. Sin embargo, lejos de resignarse a tenerla en el refugio, veterinarios de la organización observaron que su comportamiento es “completamente silvestre, mostrando instintos propios de su especie”. Tal diagnóstico, plantea un desafío crítico para CIWY: prepararla para su liberación, en un entorno —Guarayos— devastado por los incendios.
¿Por qué no es una tarea sencilla?
Muchas veces, se cree que liberar a un animal silvestre rescatado es tan simple como abrir una jaula. Sin embargo, hay elementos naturales y legales que los expertos toman en cuenta antes de tomar una decisión al respecto.
En el caso de los jaguares, estos dependen de sus madres durante los primeros dos años de vida, para aprender habilidades esenciales, como: cazar y establecer territorios seguros. La ausencia materna y la devastación del hábitat complican significativamente su regreso a la selva.
Aunque la jaguar muestra capacidad para cazar presas pequeñas, el reto principal son los recursos para su liberación e identificar una zona de reintroducción que sea segura, libre de incendios y lejos de la amenaza humana. Y ello conlleva un proceso que, entre otras cosas, implica tener el menor contacto con ella, pero a la vez simular las acciones que haría su madre para enseñarle a sobrevivir.
La realidad del jaguar
Los incendios forestales han fragmentado los territorios de los jaguares, reduciendo sus áreas de caza y exponiéndolos a amenazas como la cacería y el tráfico ilegal. Desde su fundación, en 1992, CIWY ha rescatado y cuidado a nueve de estos felinos en sus santuarios. De ellos, cuatro aún permanecen bajo su cuidado. De ese número, tres son incapaces de regresar a la naturaleza debido a las secuelas del tráfico y la caza ilegal. A pesar de que Katie, Amira y Kusiy, los tres jaguares citados viven en recintos grandes en la selva, lo más cerca posible de su hábitat natural y con medidas para minimizar su estrés; ellos jamás podrán conocer la libertad fuera de un recinto.
En el caso de la joven jaguar rescatada, el éxito en la reintroducción representa una esperanza. Es un símbolo de que, a pesar de la devastación, aún es posible devolver a estos animales a su hábitat natural y restaurar la conexión entre la vida silvestre y su hogar.
El contexto
Este año, Bolivia ha enfrentado una de las peores temporadas de incendios forestales en su historia reciente. Según datos de la Fundación Tierra, más de 10 millones de hectáreas fueron consumidas por el fuego; una extensión superior al tamaño de países europeos como Grecia o Hungría. La pérdida de estas áreas no solo implica la destrucción de árboles, sino el colapso de ecosistemas completos y la muerte o desplazamiento de innumerables animales, entre ellos, especies emblemáticas como el jaguar.
Desde 2018, cada 29 de noviembre se celebra el Día Internacional del Jaguar, para celebrar su existencia y el importante rol que desempeña en el bienestar del ecosistema en el que viven, y de las personas.
La Región