
Unos 350.000 palestinos evacuaron la ciudad de Gaza el martes, tras el inicio de una nueva ofensiva terrestre del Ejército israelí. La operación, impulsada por el gobierno de Benjamin Netanyahu, busca retomar el control de la urbe, considerada por Israel como un “eje central” del poder de Hamás.
Los desplazados se aglomeraron en la carretera costera rumbo al sur, en vehículos sobrecargados con colchones y pertenencias, mientras otros recorrían la ruta a pie. Testigos describieron escenas caóticas bajo intensos bombardeos que, según el director del Hospital Shifa, Mohamed Abu Selmiya, dejaron al menos 69 muertos solo en la madrugada del martes.
El primer ministro Netanyahu aseguró que la prioridad de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) es evacuar a los civiles antes de atacar posiciones de Hamás. “Estamos abriendo rutas adicionales para separar a la población de los terroristas”, afirmó en Tel Aviv.
De acuerdo con las FDI, cerca de un tercio de los habitantes de la ciudad de Gaza dejaron sus hogares en la primera jornada de la ofensiva. Naciones Unidas, en cambio, estimó que fueron 220.000 las personas que huyeron el martes, a las que se suman más de 70.000 que ya habían partido en días previos.
El portavoz militar, general de brigada Effie Defrin, calificó a la ciudad como “el mayor escudo humano de la historia”, y reiteró el llamado a los civiles a abandonar la zona. Sin embargo, organizaciones humanitarias advierten que las condiciones de escape son precarias y que el acceso a refugios seguros es limitado.
La comunidad internacional reaccionó con preocupación. La Unión Europea pidió a Israel detener la invasión terrestre y alertó que esta agravará la catástrofe humanitaria. Bruselas prepara nuevas sanciones contra sectores israelíes de extrema derecha y evalúa suspender parcialmente un acuerdo comercial con Tel Aviv.
En Londres, la ministra de Exteriores Yvette Cooper calificó la ofensiva de “temeraria y atroz”, señalando que “sólo traerá más derramamiento de sangre y pondrá en riesgo a los rehenes aún retenidos por Hamás”. Exigió un alto el fuego inmediato y el ingreso de ayuda humanitaria sin restricciones.
Desde El Cairo, el rey Felipe VI de España calificó la situación como una “crisis humanitaria insoportable” y expresó solidaridad con las víctimas. El monarca instó a la comunidad internacional a redoblar esfuerzos diplomáticos para frenar la violencia en la región.