
Un reciente análisis económico sobre el negocio de los frialeros ha confirmado lo que por mucho tiempo ha sido un rumor generalizado: los intermediarios de la carne vacuna obtienen márgenes de ganancia que superan los 950 bolivianos por cada res de 160 kilos, mientras los precios para el consumidor final continúan disparándose.
De acuerdo con el estudio divulgado por sitio “Beni Noticias”, los frialeros pagan al productor solo Bs. 28 por kilo gancho, lo que significa un desembolso de Bs. 4.807 por una res en pie. Sin embargo, una vez que la carne es vendida al detalle, las ganancias ascienden a Bs. 5.760,48, generando una utilidad neta de Bs. 953,48 por res.
El informe también confirma que este margen de ganancia ha influido directamente en el incremento del precio de la carne de res. En pocos meses, el kilo de carne de primera pasó de Bs. 28 a Bs. 48 o incluso Bs. 50, volviendo inaccesible un alimento fundamental para muchas familias bolivianas.
La composición de una res de 160 kilos revela que el 60% corresponde a carne y el 40% a hueso. De la carne total, el 55% es de primera, el 43% de segunda y el restante 2% corresponde a recortes. Asimismo, el 30% de la res está compuesto por costillas con carne, mientras que los huesos sin carne representan el 70% restante.
El cálculo del margen bruto detalla que los frialeros obtienen Bs. 2.534,40 por la venta de carne de primera, Bs. 1.651,20 por la de segunda, Bs. 17,28 por los recortes, Bs. 691,20 por costillas con carne y Bs. 806,40 por hueso puro. A esto se suman Bs. 60 por la venta del hígado, alcanzando un ingreso total de Bs. 5.760,48.
Los egresos incluyen la compra de la res a Bs. 4.480, además de costos operativos mínimos como patente (Bs. 20), pago al cortador (Bs. 60), luz (Bs. 20), sitiaje (Bs. 3), ayudante (Bs. 40), depreciación de equipos (Bs. 50), bolsas (Bs. 4), saneamiento (Bs. 50) y otros insumos menores como jabón y escobas (Bs. 80). En total, los gastos ascienden a Bs. 4.807.
Esto deja en evidencia que los frialeros, sin haber criado al ganado ni haber asumido los riesgos de su producción, se están beneficiando ampliamente de la comercialización de la carne, obteniendo un margen de Bs. 953,48 por cada res faenada y vendida.
Los consumidores, por su parte, son quienes padecen los efectos de este modelo de comercialización. Mientras los frialeros aumentan sus ingresos con cada venta, la población enfrenta precios cada vez más elevados, con la carne roja convirtiéndose en un artículo de lujo para muchas familias bolivianas.
A pesar del impacto negativo en la economía familiar, hasta ahora no se han tomado medidas para regular el precio de la carne o establecer mecanismos de control que garanticen una distribución más equitativa de las ganancias en la cadena de producción.
El aumento del precio de la carne también afecta a los productores ganaderos, quienes, a pesar de ser los responsables de la crianza y engorde del ganado, reciben precios relativamente bajos por sus animales, mientras los intermediarios obtienen los mayores beneficios.
Ante esta situación, la ciudadanía se pregunta: ¿quién intervendrá para proteger el acceso a este alimento esencial? ¿Es justo que un sector que no asume los costos de producción tenga la capacidad de imponer precios tan elevados al consumidor final?
La falta de regulación en el mercado de la carne está impactando gravemente a la población, que cada vez tiene menos acceso a proteínas esenciales para su dieta. Es urgente que las autoridades tomen cartas en el asunto y establezcan mecanismos que frenen el abuso de los frialeros y devuelvan la estabilidad al mercado cárnico en Bolivia.