
La Casa Blanca ordenó este jueves el regreso inmediato a Washington de John T. McNamara, encargado de negocios interino de la Embajada de Estados Unidos en Colombia, luego de lo que calificó como “declaraciones infundadas y reprochables” por parte del Gobierno del presidente Gustavo Petro.
La medida, inusual entre países considerados tradicionalmente aliados, fue confirmada por el Departamento de Estado en un comunicado que reflejó una “profunda preocupación” por el estado actual de la relación bilateral.
El llamado a consultas de McNamara implica su retiro temporal de Bogotá para mantener reuniones de alto nivel y revisar el futuro de los vínculos diplomáticos entre ambos países. El gesto marca un punto de inflexión en una relación que, hasta hace poco, se basaba en la cooperación en seguridad, lucha antidrogas y estabilidad regional.
En respuesta, el presidente Petro llamó también a consultas al embajador colombiano en Estados Unidos, intensificando el tono de una disputa diplomática que podría tener implicaciones en otros ámbitos de colaboración binacional.
El secretario de Estado, Marco Rubio, reafirmó que Colombia “sigue siendo un socio estratégico esencial”, aunque subrayó que es necesario recuperar el respeto y la coordinación para sostener esa alianza.
“El retiro de McNamara no es una ruptura, pero sí una advertencia”, expresó Rubio en su cuenta de X, al tiempo que reiteró el compromiso de Washington con los intereses comunes de ambos pueblos.
Desde Bogotá, la Cancillería, aún encabezada por Laura Sarabia, informó que mantiene contacto con autoridades estadounidenses para evaluar salidas diplomáticas a la crisis. Una fuente de la Cancillería indicó que el diálogo sigue abierto mientras se designa un nuevo canciller.
Analistas internacionales consideran que esta crisis representa el nivel más bajo de las relaciones colombo-estadounidenses en la última década. Aunque no se detallaron las declaraciones colombianas que motivaron la medida, se interpreta como un mensaje directo del gobierno de Trump a Petro.
La coyuntura actual, marcada por tensiones regionales, migración, narcotráfico y discursos polarizantes, convierte a Colombia en un punto clave de la agenda hemisférica de Estados Unidos. La continuidad del vínculo dependerá de la voluntad política de ambos gobiernos para recomponer la confianza perdida.